Pese a sus detractores, un buen café es un adecuado colofón para una comida. Sin llegar a la precisión de Beethoven, quien en trance de componer una obra se tomaba la molestia de contar 60 granos de café por taza que se bebía, optamos por esta infusión civilizada mientras escuchamos la “Cantata del café” de Bach, otro adicto a esta estimulante bebida.
Según se cree, fue hacia el año 450 a.C. cuando se descubrió el café en Yemen. Se extendió luego por el mundo musulmán, localizándose los primeros lugares de degustación en La Meca.
A mediados del S. XVI, los venecianos abrieron su primer salón para degustar esta bebida, el denominado “Café Florian”, pero fue Viena la reconocida como capital del café por el gran número de salones que en ella se instalaron. “Kramer”, “Sacher” y “Rebhun” son nombres históricos de este tipo de establecimientos.
A España llegó más tardíamente. De finales del S. XVIII son los cafés de “La Fonda de San Sebastián” y “El Café de las Siete Puertas”, de Madrid y Barcelona, respectivamente.
Los tipos de café que se cultivan actualmente son:
Arábica: originario de Etiopía. Es el más antiguo y hoy se encuentra extendido por toda Iberoamérica.
Robusta: procede de África Central.
Libérica: de menor aceptación en el mercado por su inferior calidad.
Ángel García Navas
(Jefe de sala y experto en protocolo)
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